miércoles, 13 de febrero de 2013

Desde que Amelie viaja en vagones

  Ayer te vi, ayer puede observarte. No ibas en contra del viento en una motocicleta, ni eras el zorro salvador de la humanidad. Ayer pude contemplarte pero eras tan distinta, tan apagada, tan fundida... 

  Ayer te vi y tras preguntarme por qué viajas en vagones, y verte salir de ellos al mundo, lo comprendí.

  Ya no ríen los niños mientras juegan en la calle. Ya no se les deja la calle, no se juntan como hermanos, pero ni como amigos. Ya no hay juegos de interacción. Ya... ahora ya sólo quedan máquinas autómatas enfrente de pantallas que se hacen impostores de la bella etapa de la infancia. Ayer entendí porque no jugabas a ayudar, porque ya no hay a quién imitar para recodar el pasado. 

  Ayer miraste con temor con los que te cruzabas, ni levantabas la mirada, ni los perseguías. ¿Es qué ya no hay fruteros que ayudar, o vecinos a los que buscar, se murieron todos los compañeros de trabajo...? Creo que no, simplemente el frío los heló. Llegan las crisis pero no ayudamos vendemos a los que nos rodean, llegan los malos momentos y hemos olvidado cómo se apoyaba con sólo la presencia, llegó el frío y nos hizo desconfiar de la materia cálida de los seres humanos. Ayer comprendí que no era temor lo que decía tu expresión sino tristeza porque no habría más cenas con el genial pintor del primero.

  Ya no hay corazones que se vean latir por encima de la coraza de la vestimenta. Nadie te miraba expectante, nadie corría de ti. Desde que te apagaste las ciudades no se llenan de pistas para un extraño, no se le sonríe a quién comparte la espera de la tienda o el transporte, no se manda a un gnomo de viaje por hacer feliz al que no te comprendió. No se busca la aceleración del pulso sino el éxtasis del cuerpo. Ayer no oí nada y tu estaba inmutable ante tu alrededor. En ese momento pude comprender que no eras tu quién se había apagado si no que ya no sonaba la maravillosa música de la banda sonora de las vidas.

  El mundo parece cruel y solitario. Los días son mayormente oscuros y el frío amenaza cada rincón de la ciudad. Las caras de los viajeros son serias y sus energías de reserva. Parece que el amor y el cariño se extinguieron de la mano de tanto usarse, y la inocencia la vendimos a mal precio a una falsa resistencia. La amistad la perdimos en el remolino de dudas cuando quisimos ser clones y perder la chispa de lo especial. Parece hasta que las artes, música, pintura, danza... que hasta lo bello lo enterramos como tesoros en posesión. Parece que todo va mal desde que viajas, Amelie, en vagones.

  Pero todo cambiará, tu eres la especialista en ello. Sé que necesitarás ayuda, pues ayer descubrí que tu no te reconocías ni te recordabas cuando te hablé... es una pena pues solas ni juntas sólo las dos podremos recomponer tu París. Pero sé que por cada uno que vuelva a escuchar el sonido de tu canción, recordarte y sonreir, la paleta de colores dará una pincelada más a tu bello París.

  ... mientras lo conseguimos disfruta de tus viajes en los vagones...






1 comentario:

  1. Me gusta, Cristina. El texto, y la foto. El primero porque toca temas
    con los que me identifico igual que tú. La segunda, porque expresa,
    tras su suave desenfoque y aparente simplicidad, un reflejo de
    cansancio, quizás de frío, un momento de reflexión, de transición
    diaria entre la actividad y el descanso (¿o al revés?). La posición de
    la chica, su actitud, transmite algo de resignación, de desencanto
    quizás... y en cualquier caso, es una persona en un instante de tantos
    que forman la vida, esa vida de cada día, de cada minuto. Vida
    viajando en un vagón, llenándolo de con sus sueños, sus problemas, sus
    ilusiones, sus nostalgias y sus alegrías. Un viaje, un trayecto, una
    existencia.

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