jueves, 30 de agosto de 2012

,,Regalos''


Quiero regalarte un mundo estrellado
mas las estrellas no son alcanzables,
quiero regalarte un mundo adornado
mas su adorno propio es incambiable.

Te regalaría toda la felicidad entera
pero sólo tú puedes conseguirla,
te regalaría la paz y la armonía
pero así no te daría la dicha plena.

Quisiera obsequiarte con dinero
si ello en sí no fuera lo más banal,
quisiera obsequierte con ser eterno
si ello no fuera quitarte todo lo real.

Mas no siendo conjeturas del presente,
un loco carruaje quiere obsequiarte
solo con sus insignificantes presentes.

Te regalo un mundo de colores pintado
que en cada tono guarda algo de magia,
te regalo un mundo de chistes contados
que en cada uno guarda un poco de tu gracia.

Te doy millones de momentos de alegría
para que tu corazón triste no llegue a estar,
te doy varios momentos de tranquilidad
para que tu mente la sabiduría pueda hallar.

Te obsequio con todo mi amor y cariño
pues es lo más grande que te puedo dar,
te obsequio con vivir muchas cosas contigo
pues de tu lado nunca me quiero separar.

Son regalos sencillos los que te hago
mas son valiosos para este loco carruaje,
y solo felicitarte es todo lo que te hago.

viernes, 24 de agosto de 2012

Ahora...




















 Ya hace unos años cantaba la comparsa de Juan Carlos Aragón, "...dicen que corren malos tiempos, para los revolucionarios...." Revolucionarios, palabra que según la R.A.E. denota en su primer significado "adj. Perteneciente o relativo a la revolución."
 Revolución, dónde está ese agitamiento de las masas, dónde nos encontramos todos los que no aceptamos esta situación. Malos tiempos corren, para los que siendo marionetas en las manos de la clase dirigente nos paramos a jugar con nuestro reflejo de juguete en el Bundestag. Copias igual de baratas somos los visitantes de palacios y castillos, admiradores de jardines cultivados. Copias igual de malas, pues tras tantos muros gruesos, tras tanto oro, sólo se escondían unos pocos, sólo jugaban a poseer el mundo los titiriteros de esas épocas pasadas.
 Después de tantos trabajos al sol para arreglar jardines que no disfrutamos, después de tantos hijos ilegítimos paridos y criados bajo el yugo de la vergüenza. Tras tanto sudor y lágrimas derrochados para cultivar alimentos que no probábamos, con tantas vidas tempranamente acabadas en guerras que no nos incumbían. Con tantas bilis atragantadas por no hablar, saliva tragada para no decir; con tantas cosas aguantadas y calladas. Con tanto y con tan poco, como la mera palabra, digamos BASTA.
Basta a la tiranía, al gobierno de unos pocos y la esclavización de muchos. Basta a los gritos ahogados, a las libertades perdidas. Basta, basta de cumplir el papel de las marionetas viejas y hajadas de este Mundo.
... ahora que corren malos tiempos para los revolucionarios...

lunes, 13 de agosto de 2012

Tiempos difíciles

 Tiempos difíciles se dice que corre nuestro mundo. Tiempos difíciles para una juventud preparada intelectualmente pero sin opciones a desarrollar capacidades. Tiempos difíciles,... vienen siempre antes de una batalla.
 En estos tiempos en los que el cielo anochece anaranjado anunuciando las guerras y fuegos que se están desarrollando. Tiempos en los que después de una noche estrellada y serena, se despierta el mundo bajo un cielo rojo, signo como decían los antiguos de la sangre derramada durante la oscuridad de la noche. Tiempos difíciles,... son los que corren.
  Un hombre lee tranquilamente ajeno al mundo que lo rodea. Es un hecho significativo de aislamiento de su realidad, de ese momento y ese espacio. Nada perturba su tranquilidad, nada... pero el mundo parece recordarle que tiempos pasados se dan ahora igual que antes. Sobre su cabeza se alza el mismísimo signo potente de la lucha, de una guerra pasada que otros lucharon. Guerras que parecemos olvidar en tiempos de calma. Guerras, violencia, lucha y dolor que parece luchar con la paz, tranquilidad y alegría de los que cultivan la mente más que el cuerpo para una batalla. Pero por más que intentemos huir y escapar, la sombra de la violencia viaja siempre, y desde tiempos inmemorables, junto al ser humano, sin piedad y sin descanso. Siempre acechante es una guerra futura como acechante esa sombra de guerrero que trepa por la pared. Las guerras son pasado que no debemos olvidar, presente que debemos conocer, y futuro que debemos temer.
 Son tiempos difíciles,... debemos despertar al mundo y luchar pacíficamente por lo nuestro. Despertad vivientes, despertad. Pues al final de nuestros días ya descansarán nuestros huesos sobre la dura y gélida piedra, convirtiéndonos en polvo y volviendo a nutrir la tierra que pisamos.



sábado, 4 de agosto de 2012

A Contratiempos

 Bárbara, era el nombre que había recibido por ser el de su abuela materna. Ahí estaba ella, una noche más en un rincón del gran salón de su humilde casa. Se había puesto un piquillo negro sobre los hombros, que tapaba el camisón de verano. Pues la noche no era bochornosa y el estar sentada tanto tiempo le enfriaba los músculos caídos por la flacidez de los años. Su melena blanquecina y algo alborotada, como siempre, le caía ya a esas horas de la noche sobre sus delgados hombros. Ahí se encontraba, tejiendo una bufanda para su nieta.¡Quién sabía si le daría tiempo de ver otro invierno! Hay que ser precabidos, decía a menudo; ésa era su filosofía.

  Martilleados se encontraban sus huesos del paso de tantos años de la mano de mucho trabajo forzado. Sentada, en la vieja mecedora, ésa que tanto habían querido cambiar sus hijos. Esos mismos que no llegaban a comprender el cariño que ella le tenía. Aunque a veces en su fuero más interno se revelaba el pensamientos de que sus hijos, no es que no podían sino que no querían ver la importancia de las cosas. Esa mecedora donde había calmado sus pesadillas y los había acurrucados bajo el piquillo para volverlos a dormir. Ahí donde tras un día duro de trabajo compartía conversaciones, rutinarias o no, o simples silencios con su Pepito, su querido marido.

  Ella que tras tantos, tantos esfuerzos hechos por darles algo de comer y que fuesen buenos chicos. Creía que no poder encontrar en ciertas ocasiones esa recompensa deseada con todas sus fuerzas. Ay, las nuevas generaciones, pensó. Y hablando de generaciones más jóvenes... ¡qué loco está el mundo en estos tiempos!, pensaba entre punto y punto.

  Entre los movimientos constantes de adelante a atrás de su lugar de reposo a contratiempo, con el sonido metálico de las agujas al chocar una con otra que inundaba toda la casa. Entre el frío instaurado en su casa ya vieja y solitaria, habitada muy a su pesar por solo ella misma. Entre esa monotonía, acogedora y en el mismo minuto aterradora. Entre todo eso, Bárbara se acordaba de las noticias que había escuchado esa mañana en la radio. Las mismas, que como un reloj innerte y constante, habían repetido al mediodía y en la cena. Bueno, en la segunda ocasión no estaba muy segura, pues había dado alguna que otra cabezadilla,debido a las horas que eran por supuesto. Pero todo sería igual, se consolaba; total llevaban toda la vida haciendo lo mismo.

  Ahí se veía Bárbara recordando, que según decían, había crisis económicas, ¡a saber qué sería eso! Que las ciudades se llenaban de protestas y violencia. Y que los políticos,...ay, ésos, se sonrió mientras su mente divagaba y se perdía por recuerdos aún no olvidados. Ésos eran la peor calaña para el pueblo. Aunque qué sabía ella, con sus ya 93 años. Qué iba a comprender, si sólo desde que nació vivió en el campo, y con poco más de 7 añillos la sacaron de la escuela para recolectar y cuidar de los animales.Para no saber, se dijo, para no saber no sabía ni qué era elegir. Si bien, a los 14 años le buscaron un buen pretendiente, decía por aquel entonces su madre. ¡Las madres! Pero sí, sí que había sido un buen hombre su Pepito. Le había dado un hogar, el pan de cada día y cuatro hijos sanos y hermosos. Además, a ella nunca le faltó de nada y su cariño,...ay su cariño. Éso es lo que más extrañaba ahora.

  Un reguero de agua salada empezó a inundarle los ojos cansados por el esfuerzo de mirar fijamente las agujas, y no menos a la vida. Y de esos ojos marrones, como afluente a contracorriente, salieron un par de lágrimas.

  - Pepe, Pepito, ¿por qué te fuistes?Mírame aquí estoy sola, sin más compañía constante que la del frío. No te da nada. Con lo que yo te quise, y tú, tú te tuvistes que ir. ¿Los niños?
  Los niños ya sabes que son grandes y que tienen sus vidas. Rosa, sabes que al vivir en el norte baja poco. Juan y Carlota, sí vienen a verme de vez en cuando, con los nietos. Pero yo no estoy para esos trotes, que ya sabes que lo que quiero ya es estar tranquila; y esos niños son unos torbellinos, además de esos aparatejos, a los que siempre están enganchados, y con música tan alta. ¡Una vara y al campo por un día los mandaba yo! Ay, Pepe. Y Ana, Ana si que me quita el sueño. Esa chiquilla, no sé que habremos echo mal con ella. Mira que es la que más pendiente está de mí , pero ahí anda con su carrera terminada y no encuentra trabajo de lo suyo, dice. ¿Y qué es lo suyo, cuentas? Pero si esas son necesarias hasta para una casa, ¡sabré yo! Y luego, viviendo sola como está, sin un hombre que la cuide, como tú hacías conmigo. Qué va a ser de ella, con estas cosas que dicen todos los días por la radio. Sabes, yo no le digo nada pero yo pongo mi radio, por si un día dicen algo sobre un trabajo de lo suyo, y así la puedo ayudar.
  Vistes, cómo cambiaron las cosas. Nosotros que luchábamos por libertad y un trozo de pan para llevarnos a la boca. Y mis pobres niños,... creí que no les iba a faltar de nada. Y me doy cuenta de que fallamos, Pepe, fallamos... les falta lo más importante, la ilusión.

  En la inmensa noche, que se colaba por la ventana, rota solo por las farolas. que estaban ya viejas como Bárbara, se empezó a oir el tintineo de gotas estrellándose contra la reja. En ese instante la calle se alumbró de un golpe de luz blanca, y cuando todo volvió a la oscuridad un trueno retumbó más dentro que fuera de la humilde casa.

  Bárbara se sobresaltó, pues le pareció una casualidad poco apropiada para el estado delicado de su corazón. Así que se secó sus pequeñas lágrimas derramadas con el dorso de la mano, antes de ponerse a tejer de nuevo. Miró a la calle, con la mirada perdida en la espesura de la noche y a su Pepe le volvió a decir un Adiós. Sumergiéndose ella de nuevo en el atronador sonido de la tormenta, y el contratiempo de su mecedora y sus agujas.




"No coincidimos en experiencias ni circunstancias con nuestros mayores. Sólo intentemos comprenderlos cuando veamos que no se adaptan a los cambios vertiginosos que da la vida, aceptémosles y regalémosles una sonrisa jugando a la rueda rueda con los recuerdos y el cariño".