domingo, 2 de febrero de 2014

Que duela cuando se acabe

-Un minuto, dame solo un minuto.- La vio a través del espejo con su traje largo de fiesta, de negro como las las grandes de Hollywood. Se había apoyado sobre el marco de la puerta e intuía su cara de desesperación; todos los invitados estarían ya abajo y le habrían preguntado cada uno de ellos con su punzante ironía y su incesante curiosidad por el anfitrión de la fiesta, por el señor de la casa y el gran caballero que cumplía años.

-De acuerdo, pero no tardes; no sé que excusas más darles ni como entretenerlos por más tiempo; son tus invitados no los míos, recuérdalo.

¡Y bien que lo sabía!, cómo se le iba a olvidar eso, si se lo llevaba recordando ella desde que se vio obligado a celebrar la fiesta de sus cincuenta años.No tardaría mucho en enfrentarse a esas hienas que tenía por conocidos, a ser juzgado, descuartizado y analizado hasta el último movimiento. Ahogado, por todos como por aquella maldita corbata que se estaba anudando, un minuto para terminar de anudársela y bajar a los infiernos. Y todo sería tan diferente si ella no hubiese llegado de nuevo esa noche a la ciudad. ¿Vendría a la fiesta, estaría con todos y reluciendo su belleza por encima de cada mortal? O decidiría quedarse en su hotel, tampoco la podría culpar si sabía de la fiesta habría sido por otra boca que no era la suya y habría sido probablemente aquel mismo día. ¡Éste nudo que no queda bien nunca!... otra vez había dado la vuelta mal; resopló mientras se dio cuenta de ese pequeño detalle y de lo acelerado y fuerte que latía su corazón. Seguirá igual de guapa, seguro que sí, no, seguro que no los años habrán pasado por ella como por mí. Seguro que está más arrugada, y el cansancio del viaje la habrá matado, ha tenido que engordar y sus pechos ya no serán turgente. La naturaleza no puede ser tan cruel, pensaba mientras se miraba al espejo, yo estoy gordo, canoso y me duele el cuerpo cada vez que me levanto de la cama, ella no puede ser igual de guapa, decididamente no. Pero, ¿cómo estará?sus piernas, su mirada, su sonrisa, su ...

Se quedó paralizado, con las manos sobre su corbata y su mirada fija en sus recuerdos, en su terruño. Veía su boca, lo grande y hermosa que era su sonrisa cuando entre juegos el conseguía hacerla reír de verdad. Sus piernas largas y fuertes; su piel mulata y a la vez suave a las caricias; sus curvas hipnotizadoras. Sentía ahora mismo su tacto bajo las yemas de los dedos. Entonces no podía dejar de tocarla, notaba el calor que desprendía su cuerpo, el bienestar que le reportaba. Esos besos que le regalaba en contadas ocasiones.... y cómo lo miraba y paraban el tiempo... Se le nublaron en ese momento los suyos en el presente, y la vio frente al espejo, lo estaba mirando y como entonces sin una palabra le estaba hablando, le decía todo y él se seguía perdiendo en el abismo de sus ojos negros. Eran gatunos, tiernos o llenos de fuerza, eran cambiantes con sus estados de ánimos, pero siempre fueron hermosos y les regalaron un paraíso donde perderse a los suyos propios.

'Nos pudimos dar todo y no nos dimos nada. Sabía que tenía que haber luchado por ella, pero era más fácil irse, seguir la corriente y ascender en su trabajo y en su familia, era más fácil ser el gran Barón en el que se había convertido que luchar por un suicidio previsto por un amor desequilibrado.' Ahora ante aquel espejo trajeado, oliendo a perfume y loción de afeitar, con el reloj de su bisabuelo en el bolsillo y el sombrero y los guantes esperando sobre el tocador, sabía que había perdido el amor de su vida. Muchas veces más tras eso, salió de su alcoba buscando alguien que se le pareciera, pero ninguna había sido igual.

Abrió los ojos de par en par, como signo de vuelta a la realidad como desquite de unos recuerdos ya muy lejanos. Se miró, respiró hondo, metió tripa y se encaminó a su deber. Antes de salir por la puerta se acomodó el sombrero y se enfundó los guantes. Apagó la luz del cuarto con un último vistazo de que todo, cuarto y vida, seguían en orden; abajo le esperaba otra batalla.

Tras el descenso de las grandes escaleras de la casa que había pertenecido a los abuelos de su señora esposa, quedó ya sin aire y cansado; los años, se dijo. Se introdujo de lleno en un vorágine de saludos, felicitaciones y buenos deseos. Se le acercó su mujer con los ojos fríos de quienes se miran pero no se ven y con una sonrisa a medias le recriminó: ¿por qué tardaste tanto?.

-Porque...(me perdí en mi pasado, quiso haberle contestado)... el nudo de la corbata no se quedaba perfecto, y sé lo perfeccionista que eres. Estas preciosa cariño. Dónde están los sirvientes, que empiecen a sacar las bandejas; necesito una copa.

- Eso tendría que haber pasado hace ya media hora, pero tu no bajabas. Discúlpame ahora vuelvo; no bebas demasiado, hoy debes estar presentable para aguantar toda la noche a tus invitados.

-No te preocupes, me comportaré, siempre lo hago en estas ocasiones, ¿no?. Dame un beso, y busca a los sirvientes yo voy a cumplir saludando a todo el mundo.

'A que poco me saben los besos suyos,... Ay, Natalie dónde estarás.' Se perdió en conversaciones contemporáneas, se entretuvo con sus amigos, hasta se rió en algunos momentos. Pero a pesar de desarrollar bien su papel, no podía dejar de mirar hacia la puerta, desviaba la cabeza cada vez que los sirvientes acompañaban a alguien más al salón, esperando siempre que fuese ella y decepcionándose cada vez porque nunca lo era.No dejaba de sacarse el viejo reloj de cadena del bolsillo, las diez, las doce...aún puede ser que llegue; además Julia tampoco estaba y había conseguido averiguar en la fiesta esa noche que se quedaba en casa de ella.

El tiempo pasaba, el alcohol se le subía y cada vez estaba más incómodo. Se le acercó su hijo a la esquina en la que él se encontraba observando todo con una copa en la mano. Su hijo, que con veinticinco años era un joven de lo más normal. Sólo habían tenido dos niños, Hector el mayor de veintisiete, ambicioso y un genio en la economía y las relaciones sociales como su madre; y Luis, un inconformista de valores reivindicativos, que le recordaba mucho a él pero con más agallas que las suyas, aunque se autoconvencía con que eran otros tiempos los que a él le tocó vivir.

-¿Qué tal papá? ¿Cómo llevas la fiesta de tus cincuenta? Estás ya mayor. A mamá la has desquiciado antes, parecía una leona encerrada y sin poder rugir.

- Ah, mujeres. Se desesperan muy pronto, todo lo quieren perfecto. Y sí, soy ya mayor pero no desde ahora, si no desde hace ya muchos años. Desde que aposté por el bienestar antes que por mis deseos.

- ¿Todo bien papá?

-Sí hijo, ya sabes que yo no soy de reuniones sociales como tu madre y tu hermano. Quieres un consejo, desde la perspectiva de los años.

- Claro que sí, sabes que siempre valoro lo que me dices, aunque no haga lo que quieres.

-Y me alegro que no lo hagas, es lo que más me gusta de ti, que eres tú, indomable; yo sólo intento moldearte pues la vida no es fácil. Pero a eso no es a lo que iba....Hijo, no dejes de vivir por el deber y no vendas tus ideales por un puesto o por una mujer. ya sabes que tu madre está muy preocupada con eso de que no tengas novia, pero no le hagas caso, cuando elijas a una pareja que sea porque la quieras, la desees y porque os aportéis mutuamente. No te fijes en que no funcionará o en que no sois compatible, los mejores amores son los que sabes que duelen cuando se acaban,  los que te dan felicidad mientras están y al irse te dejan sin rumbo. Vive esos y agárrate a ellos, así serás feliz y tu vida estará cargada de momentos que merecieron la pena, que sentiste. No llegues a los cincuenta como yo, sabiendo que pudiste haber luchado y no lo hiciste, sabiendo que te perdiste a ti mismo por el camino.

Los dos bajaron las mirada a las copas, se perdieron en sus pensamientos y bebieron si decir más palabra.'Natalie, lo siento' - Discúlpame hijo,tengo que ir al aseo.

-Sí, claro. Yo voy a ver que tal está mamá.

Se encaminó hacia el recibidor intentando huir del tumulto, parar sus pulsaciones y despejarse un poco del pensamiento reincidente de que Natalie había vuelto, pero quizás era demasiado tarde todo. Tuvo que recibir un par de felicitaciones más, un par de sonrisas al vuelo y casi que ya estaba fuera cuando tras despedirse de su compañero de trabajo, levantó la vista y la vio. Natalie había llegado al fin. estaba de espalda dándole el abrigo a un sirviente,su espalda... Se sintió zarandeado por un par de manos, un abrazo hizo que desviara la vista de ella y la fijase en su invitada que reclamaba su atención.

- Gracias Julia. Ya pensé que no venías. Me alegro de que hayas, hayáis venido.

- Sí, me costó convencerla de que estarías encantado de verla,y que además no se debería preocupar por que ponerse; que menos tu mujer y compañeros que son unos estirados, tus amigos seguimos siendo igual de desastres que siempre. Así que un poco tarde pero aquí estamos. Voy a saludar a todo el mundo y ver que me ofrecen de beber, qué esto es un cumpleaños.

- No seas tan dura. Y están todos en el fondo, como siempre. Alcohol para ti siempre hay y siempre será poco, jajajaja.

Se le secó la garganta, le galopaba el corazón, pero era incapaz de moverse, solo podía mirarla. Un vistazo rápido antes de perderse en su mirada  le valió para comprobar que ella también había cambiado, había envejecido y engordado un poco, y probablemente debajo de la blusa y el sujetador que llevaba, sus pechos estarían caído, quieras que no los cuarenta a todos nos afecta; pero la seguía viendo igual de guapa. Como desde siempre el mundo se apagó y sólo existía ella frente a él.

- ¡Felicidades! Siento haberme presentado así de sorpresa en tu fiesta, espero que no te moleste; pero ya sabes que Julia no admite un no por respuesta.

- Gracias, ¿cómo estás? Te he echado de menos, no te he podido olvidar.

- ....y yo a ti.