viernes, 22 de marzo de 2013

Choque de Reyes


—Sí y no. Antes, con mucha discreción, se la ofrecieron a Aemon. Y él, con la misma discreción, la rechazó. Les dijo que los dioses lo habían destinado a servir, no a gobernar. Había hecho un juramento y no lo rompería aunque el Septón Supremo en persona le prometiera la absolución. Bueno, nadie en su sano juicio quería en el trono a alguien de la sangre de Aerion, y la hija de Daeron era corta de inteligencia además de mujer, de manera que no tuvieron más remedio que elegir al hermano menor de Aemon: Aegon, el quinto de su nombre. Lo llamaban Aegon el Improbable, porque era el cuarto hijo del cuarto hijo. Aemon sabía muy bien que, si permanecía en la corte, cualquiera que estuviese en desacuerdo con el gobierno de su hermano querría utilizarlo, así que vino al Muro. Y aquí ha permanecido, mientras su hermano, el hijo de su hermano y el hijo de éste reinaban y morían, hasta que Jaime Lannister puso fin a la dinastía de los reyes dragones.
Rey —graznó el cuervo. Revoloteó por la estancia para ir a posarse en el hombro de Mormont—. Rey —repitió, pavoneándose de adelante atrás.
—Parece que le gusta esa palabra —sonrió Jon.
—Es una palabra que se dice con facilidad. Y gusta con facilidad.
Rey —repitió el cuervo.
—Creo que quiere que vos tengáis una corona, mi señor.
—En el reino hay ya tres reyes, o sea, dos más de lo que me gustaría. —Mormont acarició al cuervo bajo el pico con un dedo, pero ni por un momento apartó los ojos de Jon Nieve. Aquello lo hizo sentir incómodo.
—Mi señor, ¿por qué me habéis contado todo esto sobre el maestre Aemon?
—¿Acaso necesito un motivo? —Mormont cambió de postura en su asiento y frunció el ceño—. Tu hermano Robb ha sido nombrado Rey en el Norte. Eso es lo que tenéis en común Aemon y tú. Un hermano rey.
—Y otra cosa —dijo Jon—. Un juramento.
El Viejo Oso soltó un sonoro bufido de desprecio, y el cuervo echó a volar en círculos por la habitación.
—Si me dieran un hombre por cada juramento roto que he visto, al Muro nunca le faltarían defensores.
—Yo siempre he sabido que Robb sería el señor de Invernalia.
Mormont silbó. El pájaro voló de nuevo hacia él y se le posó en el brazo.
Choque de reyes. Canción de hielo y fuego/2. George R. R. Martin


Opinión: A pesar de llevar un ritmo más lento que el primero (Juegos de Tronos), sigue cautivando al lector con su narración de las historias y las aventuras vividas por los personajes. Choques de reyes no es una segunda parte, es una continuación espléndida de la primera. Si os gustó el primero os recomiendo encarecidamente el segundo; si al principio nos llama darle tiempo, merece la pena perderse en sus páginas.

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