lunes, 29 de julio de 2013

Cuando el verano nos altera


Verano, calor, viajes, visitas turísticas, eternas colas, bullicios...verano y ser humano.

Hace unos días me plantearon la cuestión de por qué cuando vamos a visitar un sitio estamos empeñados en verlo todo, todo lo que nos digan algunas guías o algún conocido que ya estuvo de visita.  Y la verdad no lo sé, tendemos a ser exquisitos con lo que nos rodea, con nuestro trabajo, la pareja y hasta con los mismos hijos. Tendemos a hacer sólo las cosas que nos gustan, cosa además vista como manera de distinción de gustos y caracteres. Solemos buscar lo que nos hace feliz y que nos crea nuestra pequeña burbuja de estilo de vida; en la que creemos serlo o por lo menos lo buscamos. Y bien, por qué eso no pasa cuando viajamos. 

Es verano, hace calor y la gente se echa a la calle, todos en masa para aprovechar los escasos rayos de sol durante el año, y bajar las altas temperaturas con algún chapuzón que otro en lagos o piscinas. La ciudad está llena de gente, de turistas con sus masíficos grupos llenándolo todo. Con su gente achicharrada de tanto tomar el sol, con sus flashes y sus caras de mira esto que bonito e interesante que es (aunque más de uno no pueda disimular lo tan igual que le da o simplemente la ignorancia de dicho objeto que posee y de la que no quiere salir).  Todos van y todos vienen, todos visita y comentan luego, todos y cada uno de los sitios que vieron, y que nada es mejor que en ese justo momento en el que fueron (con la casualidad de que fueron porque sus vacaciones son ahí, justo y solamente ahí). Visitas turísticas, el ser humano...

 Al poco de esta pregunta se advirtieron de una clasificación desconocida hasta entonces para mí: turista contra viajero. Dícese del turista lo mencionado arriba...teniendo en discordancia con el viajero que este no le importa no ver todo, sino que busca lo que le gusta de ese lugar, que intenta sumergirse un poco en el ritmo de la ciudad y vivirla desde dentro, desde su vida intrínseca y diferente de cualquier otra. ¿Pero es esto posible en tan poco tiempo? ¿Se puede en verano cuando nadie lleva su ritmo normal? El verano y su calor lo dice, el invierno lo corroborará.

 Con todo esto me pregunté qué hacía yo y por qué, y tras mucho cavilar y muchos días de silencio os comparto que creo que por mucho que lo intentemos todos somos un mucho de turistas y sólo algunos excéntricos son un poco de viajeros. No es fácil conseguir encontrar esa vida, pero sobre todo no es instintivo romper las cadenas de lo común, lo tradicional, lo normal. No es mayoritario seguir haciendo vida normal cuando hay un sol radiante fuera, el agua te grita que quiere rodearte y en las casas la sensación de apatía se palpa nada más abrir la puerta. No, estadísticamente con calor se es mucho más turista que habitante.

Con calor, solo...hay... un raro verano.

5 comentarios:

  1. una conclusion que pareceria obvia. pero a la que se llega luego de mucho analisis. MUY BIEN. me desilusioné viendome turista al buscarme viajero. culpare al verano.
    me gusto el texto. me gusta el blog. SALUD!

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    1. Gracias por los comentarios positivos..y sobre la reflexión para mí fue algo que estaba pero hasta que no me pararon a pensar... no le di vueltas a que era verdad. Espero que sigas visitando el blog y comentando. Un saludo!

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  2. Buen texto para un buen tiempo.

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  3. Me encanta cómo has expuesto este tema, cómo lo has relacionado con el clima veraniego, y me gusta pensar que soy, al menos en algún momento, uno de esos excéntricos que viven más como viajero que como turista. Viajero no sé, pero excéntrico... un poco seguro que sí lo soy...

    Un beso, berlinesa viajera.

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    1. Gracias, una vez más. Son reflexiones, quizás comunes, quizás por el estado anímico veraniegas. Pero me entusiasma cuando me proporcionan puntos de vista en los que no reflexioné y me provocan el arranque de la maquinaria de cuestiones sobre el mundo. No sé si eres del todo viajero, pero pude comprobar que turista común tampoco. Sigue viajando mucho, con insistencia todo se consigue.

      Un beso viajero del mundo, conocedor de lugares.

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